Había un muchacho que venía a veces por la tienda, cuando nos llegaban muebles, para ayudarnos un poco. Y le cantábamos mis primicias y yo, cosas que allí en Tudela, mi pueblo eran un poco bruticas: "Vicente, culo caliente, morcilla gorda, sube a la torre , toca el tambor..."
Una vez, que yo debía tener unos siete años, me regaló un tirachinas, de lo mejor que yo viera, pintado de verde y rojo.
No me gustaba, como a otros, tirar contra gatos ni pajaricos, pero, con otro compinche, solíamos ir al paseo "El Prao", donde al oscurecer, cuando nos daban permiso hasta la cena, soliamos esperar a que vinieran las parejicas que solían buscar lugares a partados, a las orillas del Ebro y entonces, nos soliamos acercar, creo que fue sólo dos o tres veces, pero no para espiarles, sino porque pensábamos que querían estar tranquilos y por eso, sacábamos los tirachinas y apuntabamos a las farolas más cercanas, para que así, a oscuras, tuvieran más intimidad. Yo por lo menos,acerté a dos farolas a la primera.